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Archive for octubre 2010

Aquí comienzo entonces con mis reflexiones en torno a las distinciones propuestas por el Dr. Maturana en torno a la democracia y las conversaciones que la niegan:

A)      “Conversaciones que confunden la democracia con una manera electoral de lograr el “poder político. El emocionar básico bajo el cual tienen lugar estas conversaciones es el deseo abierto o encubierto por la dominación o control de la conducta de los otros con el fin de satisfacer un deseo privado de autoridad y apropiación. Conversaciones de esta clase ocultan el hecho de que lo que en una cultura patriarcal se llama poder tiene lugar en la obediencia del otro a través de la sumisión obtenida por la coerción. Más aún, tal coerción usualmente tiene lugar disfrazada bajo argumentos que afirman que el poder es una propiedad o don de aquellos que ejercen la coerción a través de las acciones de sus adeptos de una manera que oculta la coerción que ellos ejercen. La democracia no opera en términos de poder, autoridad o exigencias de obediencia; muy por el contrario, la democracia se realiza mediante conductas que surgen de conversaciones de coinspiración que generan cooperación, consenso y acuerdos”. Humberto Maturana (Amor y Juego; Fundamentos Olvidados de lo Humano)

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Hace ya cerca de 40 años que Humberto Maturana nos viene indicado otra forma de entender la naturaleza de las relaciones de poder, una mirada que surge de tomar en serio la naturaleza del conocer y de las emociones. El poder no es algo que alguien tenga o pueda tener, así como el conocimiento no es algo que se tiene, sino que es una dinámica relacional que se establece en la convivencia. Alguien adscribe conocimiento a otro o a si mismo cuando distingue que ese otro se conduce de una manera que a quien observa le parece adecuada, acción efectiva. Mas lo efectivo siempre se distingue desde algún criterio. Las emociones no son fenómenos de la interioridad de los seres vivos, no son invisibles, son ámbitos de conductas posibles, los cuales surgen momento a momento desde un trasfondo de disposiciones corporales dinámicas, o configuraciones de sentires, como ahora dicen junto a Ximena Dávila. Es decir desde la emoción de la ternura son posibles muchas conductas diferentes, pero no cualquiera, los golpes violentos por ejemplo. Estos son posibles desde la emoción de la agresión, desde la cual a su ves no son posibles las conductas de caricia afectiva. Es decir, el conocer y las emociones no son en si, surgen como relaciones interpersonales. Lo mismo cabe decir para el poder. El poder surge en la concesión de  obediencia por medio de la coerción, abierta o disfrazada. Si yo no obedezco no entrego poder. Si obedezco circunstancialmente, entrego un poder circunstancial. Y para un observador la emoción de la obediencia es distinguida como el ámbito de conductas en que alguien hace algo que no quisiera hacer, ya sea por miedo, o por conveniencia. Muy distinto es conceder responsabilidad desde el respeto o la admiración, ya que ahí se hace desde un emocionar diferente, en el respeto propio y por el otro.

Este mismo trasfondo epistemológico es el que le permitió distinguir la naturaleza de la democracia no ya como un sistema electoral o de partidos políticos, sino como una manera de convivir que se realiza cotidianamente a través de las conversaciones y redes de conversaciones que los ciudadanos tejen día a día. Así, confundir democracia con una carrera o competencia o lucha por alcanzar el poder del Estado, es una alienación propia de la geo-cultura patriarcal. La democracia surge de hecho como una brecha contracultural en medio del patriarcado, y este responde espontáneamente desde una coherencia contrainsurgente, cooptando lo que no puede eliminar. Lo cual no ocurre impersonalmente en términos del “sistema” sino a través de las personas, por que somos todos nosotros quienes realizamos y conservamos nuestra la cultura con nuestro vivir y convivir. Es desde una crianza en una matriz cultural fundamentalmente patriarcal que la democracia nos pareció un asunto de lucha o competencia por el poder. Trasfondo desde el cual el control y la dominación son concebidos como valores positivos, siempre que se los relacione a las normas morales vigentes propias de la sociedad que los enáltese. Así usamos razones para justificar, legitimar u ocultar nuestros deseos de poder. Razones que han variado en las diferentes civilizaciones y sociedades de cultura patriarcal, pero cuyo fundamento emocional sigue siendo milenariamente el mismo. Y todo hacer al igual que todo razonar, surge constituido desde un particular trasfondo emocional.  Pero en la convivencia democrática cotidiana las personas no operan en términos de poder u obediencia, eso ocurre en relaciones gubernamentales antidemocráticas o en las mafias. Cuando en una misma calle varios comerciantes ahí radicados tienen discrepancias las solucionan conversando o no las solucionan, a menos que uno de ellos pueda establecer relaciones de poder dado los privilegios o armas con que cuente. Sin embargo tal camino lleva a la larga a la ampliación de los conflictos y a la eventual autodestrucción del sistema. Cuando hay conversaciones de coinspiración, es decir conversaciones que surgen desde el placer de co-crear junto a los otros los espacios de convivencia posibles desde la armonización y calibración de los deseos comunes, la democracia es realizada plenamente independiente de las opciones partidarias de cada persona. Es el fundamento de la política ciudadana, la cual solo se da en la conservación de un habitar social, esto es, de un habitar en la mutua aceptación y el mutuo respeto.

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